Un día como hoy, en 1858, en el pequeño poblado de Lourdes, en Francia, sucedió la primera de una serie de dieciocho apariciones de la Bienaventurada Virgen a una joven llamada Bernardette Soubirous. Ese helado día, acompañada de su hermana y de una amiga, Bernardette se dirigía a la gruta de Massabielle, al borde del río Gave, para recoger leña, ramas secas y pequeños troncos. Mientras se estaba descalzando para cruzar el arroyo, escuchó un ruido como de una ráfaga de viento, y levantó la cabeza hacia la gruta: «Vi a una Señora vestida de blanco, con un velo también de color blanco, un cinturón azul y una rosa amarilla en cada pie».
La joven hizo la señal de la cruz y rezó el Rosario con la Señora. Terminada la oración, la Señora desapareció de repente. En las sucesivas apariciones, la Virgen le irá revelando un mensaje de penitencia y de conversión. La fuente de agua que brota incesantemente de la gruta de la aparición es signo que nos recuerda la gracia bautismal y el urgente llamado de lavar nuestros pecados en la Fuente de la Misericordia divina.
El Santuario de Lourdes es también hoy meta de peregrinación de los cientos de enfermos que van al encuentro de la Virgen para rogar su intercesión e implorar algún milagro.
San Juan Pablo II fue el primer Pontífice en visitar Lourdes, en 1983. Y a este Santuario fue su último viaje papal, en 2004.
Durante su pontificado comenzó a celebrarse la Jornada mundial de los enfermos en esta fecha. El recordado Benedicto XVI estuvo en Lourdes en 2008.
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